Del mismo modo que lo consiguieron Papá Noel y San Valentín, el Black Friday se ha instalado en nuestras vidas convirtiéndose en una fecha más señalada en el calendario del consumismo.
El Black Friday, de su origen estadunidense viernes negro, es una importación de los Estados Unidos para incitar a las compras compulsivas el último viernes de noviembre a través de ofrecer descuentos en el precio de los productos. La ciudadanía, bajo la percepción de que la oferta estará disponible solo ese día, se ve incitada a comprar, sin plantearse si realmente necesita ese artículo, si verdaderamente su precio es menor que el resto del año o los impactos que tiene su producción.
Se trata de un evento impulsado por las empresas transnacionales que simboliza la expresión más cruda del modelo capitalista, que provoca un consumismo frenético en los países del llamado norte a costa de una condiciones laborales y humanas degradantes para las trabajadoras de las fábricas donde se producen estos artículos, especialmente ropa y tecnología. Si de por sí las condiciones de estas trabajadoras se caracterizan por salarios muy bajos, jornadas laborales excesivamente largas o falta de seguridad, entre otras; para cubrir la sobreproducción que representa un día como el Black Friday, tienen que hacer jornadas aún más largas y trabajar bajo presión para llegar a los pedidos establecidos por las marcas. Mientras aquí nos beneficiamos de los descuentos en los precios, en otros lugares del planeta sufren los descuentos en derechos humanos.
Cabe señalar también los impactos medioambientales de la sobreproducción y del sobreconsumo. Según datos de Arjen Hoekstra, el creador del concepto de la huella hídrica, para la producción de unos vaqueros se utilizan 10.000 litros de agua. En relación a la tecnología, según investigadores de la universidad Rey Juan Carlos publicadas en el artículo La cara oculta de la sociedad de la información: el impacto medioambiental de la producción, el consumo y los residuos tecnológicos, en la revista Chasqui, para fabricar un teléfono móvil de 80 gramos se emplean 44,4 kg de recursos naturales (entre extracción de materias primas y compuestos empleados en su producción). En los últimos diez años se han producido 7.100 millones de smartphones.
A pesar de estas consecuencias, la ciudadanía seguimos llenando las tiendas y la plataformas de venta por internet en épocas de rebajas. Según datos publicados en El País, el año pasado el gasto medio hecho a través de internet el día del Blach Friday fue de 149,24 euros, un 45% más que en la edición anterior.
En contraprogramación con este consumo que promueve el neoliberalismo, desde Ingeniería Sin Fronteras queremos visibilizar que existen alternativas, que existen maneras de producir sostenibles tanto con el medio ambiente como con las personas, sus derechos, las maneras de decidir y de hacer. Por eso, el próximo viernes 29 de noviembre organizamos una ruta de Economía Social y Solidaria por el casco viejo de Bilbao, para dar a conocer proyectos que nos permiten hacer un consumo ético y responsable. Visitaremos una cooperativa energética, una cooperativa de la telecomunicación, una banca ética, un grupo de consumo de alimentos y un espacio sociocultural autogestionado.
¿Te apuntas?
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