Cada vez resulta más difícil encontrar a alguien que no haya sucumbido a los “encantos” de las redes sociales y los atractivos beneficios de los servicios de mensajería tales como Whatsapp o Telegram, Instagram, Facebook, y otros tantos que se nos escapan. Estas aplicaciones pueden parecer siempre ventajosas y su uso nos repercute? la mayoría de las veces resultados muy positivos (ahorro en las comunicaciones, inmediatez, capacidad de decidir cuándo ver un mensaje…) pero también tiene un lado oscuro que trae consecuencias no tan buenas.
“En una relación sana se respetan los espacios; en una tóxica, se invaden”.
A lo largo de la historia siempre se han dado casos de control en la pareja. Sin embargo, con las nuevas tecnologías ese control se hace permanente, no quedando hueco alguno respecto a ese poder de saber por parte del otro miembro de la pareja donde está, con quién, y qué hace la otra persona. Se pasa a un control 24×7, sin dejar ningún ámbito de “descanso” a la pareja: se mandan mensajes en horario laboral, de estudios, en el ocio, durante una visita a un médico… y lo que se pretende es una respuesta instantánea.
Actualmente ya no sólo se ejerce el control mediante la pregunta directa del “¿qué haces? o “dónde estás?” sino que también se piden contraseñas o patrones para acceder a los dispositivos y revisar las conversaciones, se revisan los “likes” de las aplicaciones o cualquier comentario que se recibe en las redes sociales, geolocalización… no dejando una vía de escape a la persona que sufre el control.
“Por San Valentín, le revelé mi contraseña”.
Testimonio ficticio
Este control del móvil o redes sociales representa una forma más de violencia en la pareja, y entre sus peligros destaca el de que habitualmente no se identifica como tal. El control tiende a confundirse con confianza y complicidad, lo cual puede llevar a la paradoja de que ante el malestar de uno de los miembros de la pareja debido a esa constante invasión de su espacio, el otro lo distorsione, de forma consciente o no, llegando a plantearlo como una falta de confianza.
Y podría llevarnos a otra situación clásica en la que, nuevamente, la persona objeto de control sea tildada de exagerada, y en definitiva culpable de las dificultades que atravesase la pareja, incluso de sus problemas laborales, sociales, de las humedades de la cocina y hasta del coronavirus…
Así, nada es lo que parece: donde parece existir una muestra de amor y confianza, habría en realidad desconfianza. Lo que pudiese aparentar seguridad, escondería una gran inseguridad, que trataría de calmarse a base de control.
“Si no haces nada malo, no tienes nada que ocultar”.
Falacia clásica
Este control se ha normalizado de tal modo, que muchas personas que lo llevan a cabo no son conscientes de ser ellos el problema, convencidos de que se trata de un funcionamiento normal dentro de una pareja. Incluso entre los más jóvenes se llega a ver como “una prueba de amor”, en lugar de un indicio de una relación tóxica.
Como saber si estamos siendo objeto de este control?
Desde Sanidad se ha facilitado un decálogo para detectar si estamos sufriendo este tipo de violencia, o incluso si la estamos ejerciendo nosotros. Algunos de sus puntos son:
- Acosar o controlar a tu pareja usando el móvil
- Interferir en las relaciones de tu pareja con otras personas
- Espiar el móvil de tu pareja
- Censurar fotos que tu pareja publica y comparte en redes sociales
- Obligar a tu pareja a que te envíe un chat con otra persona
- Enfado por no mostrar siempre una respuesta inmediata, sea mediante chat o por teléfono
“El amor duele” es un fake”.
Testimonio ficticio
La manifestación más obvia y extrema de este control es la instalación de los denominados “software espía” en los terminales que usa el miembro de la pareja objeto de control y que dan una especie de “foto completa” de la actividad que tiene esa persona en su teléfono (conversaciones, ubicación…) con el correspondiente riesgo también para la integridad física de las personas que hayan decidido salir de una relación o sean víctimas de violencia de género.
Estamos hablamos de que el artículo 18 de la Constitución Española garantiza el secreto de las comunicaciones ¿qué legitimación tiene que se mantengan estos software en el mercado con un acceso y una instalación tan sencillos? ¿Por qué no se le da la importancia que tiene a esta cuestión? ¿Acaso cualquiera y bajo cualquier circunstancia puede acceder a mi actividad en mi terminal móvil sin ninguna garantía?
La Agencia Española de Protección de Datos recientemente ha abierto una línea de trabajo centrada en determinados aspectos de privacidad en los casos de violencia de género. Uno de los puntos que recoge son los hechos que nos deben hacer sospechar que tenemos un software espía instalado (extraño rendimiento de la batería, teléfono que se calienta con facilidad…) y otras recomendaciones sobre navegación segura, recomendamos echarle un vistazo:
“No soy yo, eres tú”.
Testimonio ficticio
Como muchos otros aspectos que engloban las relaciones personales es necesario trabajar este tema desde diferentes ámbitos (psicológico, social, familiar…) pero también es importante saber identificar que estamos siendo víctimas de esta situación, pedir ayuda, y liberarse.
Esto pasa por tomar conciencia, una vez más, de nuestros derechos, identificando en qué consiste nuestro derecho a la intimidad, y evitando normalizar una situación que no es normal, en ninguna circunstancia.
Fuentes:
- https://www.diariosur.es/tecnologia/pareja-espia-movil-20191217121006-nt.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F
- https://www.elmundo.es/sociedad/2017/03/28/58da4e6a46163fe8618b459b.html
Autoras
- Carmen Troncoso Recio
- Paula Sánchez Agra
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