Moha
Gerehou, periodista especializado en la detección y contestación de
los discursos del odio lo dice muy bien en el titular del artículo
que firmó el pasado 15 de marzo: «El
coronavirus no se excusa para contagiar el racismo». Desgraciadamente, la situación de alarma continuada, muy enfatizada
por un discurso tremendista y de combate contra una dolencia que, no
nos cansaremos de recordar, se cura y no se combate, da
vía ancha a un repunte de conductas y propuestas racistas y
xenófobas.
Es
evidente que los discursos del odio no su nuevos. Desde las culturas
anglo-europeas
llevamos centenares de años legitimando unas relaciones de poder
basadas en la supremacía cultural. Una supremacía que, mientras nos
permite la explotación y usurpación de recursos humanos y
naturales, también ha permitido construir y cuajar la imagen de «el
otro» como la imagen del subsidiario o la amenaza. Si este proceso
de discriminación ha sido pieza angular durante años para cultivar
una cultura social y económica que legitime una concentración del
poder a nivel global, ahora que el Covid19 no solo comporta
bajas civiles sino que también
provoca
y provocará un enorme crisis económica a nivel global, los
procesos de demonización socio-económicos se acentúan. La
cultura del miedo, enmascarada bajo falsos discursos proteccionistas,
aflora traduciéndose en discursos que señalan países, culturas y
colectivos de manera directa como culpables o como agentes de
propagación.
Estos
aliento a los discursos del odio, se acontecen tanto a nivel
institucional como cotidiano. Solo para posar un ejemplo, el
presidente de EE. UU. insistió al reconocer el Covid19 como ‘el
virus chino’. Por otro lado, en el parlamento de España, la
ultraderecha ha pedido eliminar la sanidad gratuita a las personas
que han migrado y que no tienen o no pueden tener los papeles en
orden según requisitos gubernamentales. Una
medida totalmente ineficaz y dañina si la pensamos en términos de
prevención sanitaria a la vez que hábilmente pensada para convertir
a estos colectivos en una amenaza real: si
no atendemos a estas
personas, se convertirán en posibles agentes multiplicadores del
virus y, entonces, no habrá más remedio que repatriarlos.
Estas
voces, a las que tenemos que sumar la tensión propia de un estado
de confinamiento y el goteo
informativo constante
sobre el futuro incierto que, a modo de mantra, recita que «el peor
está para llegar», encuentran también su eco en la cotidianidad y
los ritmos de convivencia de estos días. Colectivos como los que se
dedican a la venta ambulante y los trabajos de temporada (
dedicaremos un escrito bien pronto), y barrios de ciudades
históricamente marginalizados y casi abandonados por la
administración -sólo
por poner ejemplos-
se convierten en blancos de críticas y ataques. Como muestra, la
denuncia de la comunidad gitana que vive en el barrio de «Las Tres
Mil Viviendas» de Sevilla, que estos días se han visto asediados
tanto a nivel vecinal como por parte de los medios de comunicación.
Ya
en otro momento reflexionaremos sobre el papel y responsabilidad
social que los medios tienen, o deberían
tener,
estos días. Lo
que sí es cierto es que este repunte de los discursos del odio
–cotidianos
e institucionales-persigue
“llamar al orden” colectivos socialmente denostados y que
resultan incómodos, y convertirlos en ‘naturalmente peligrosos’.
Ante
esta realidad, la tarea que y los retos que se nos presentan no son
pocos. Todo el trabajazo y todas las propuestas que podamos hacer
para desmontar las rumorologías y las falsas informaciones, son
bienvenidas. Hoy
tiene más sentido que nunca desmontar
las políticas
racialitzadoras,
xenófobas, exclusivistas, clasistas, homófobas y machistas.
Imprescindible poner
la vida en el centro, y entre todo el mundo salpicar el escenario
público de una narrativa basada en los
cuidados,
la sostenibilidad, y que garantice los derechos universales; que
rehuya la heroicidad propia de los discursos de combate, y que
apueste por la transformación de las estructuras.
Afortunadamente, y como siempre, la realidad desautoriza la ficción. Son muchísimas las redes virtuales y vecinales que se organizan y afloran estos días y por todas partes para trabajar una cultura de la convivencia basada en los cuidados y el acompañamiento. Que reclaman y dan muestra de la importancia que tiene posar la vida en el centro. Que se ocupan de sacar a la luz diferentes realidades a atender. Que hacen crítica constructiva y resolutiva sobre las limitaciones de nuestro sistema. Voces y acciones que, en definitiva, dan cuerpo y forma a la cooperación transformadora.
La entrada OPINIÓN CRÍTICA: #Covid19 y el discurso del odio aparece primero en Foro Comunicación, Educación y Ciudadanía.
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