En
estas dos semanas que llevamos de confinamiento, se ha evidenciado la
gran crisis de cuidados
o, mejor dicho, la necesidad que tenemos
de poner en
el centro la cultura y la economía de las cuidados
como las actividades más importantes que garantizan la
sostenibilidad de la humanidad. En estas semanas, nos hemos dado
cuenta que las personas que trabajan en el ámbito sanitario; en las
redes de transporte locales y globales; en la industria de la
alimentación y atención al público; la gestión de residuos y
habitabilidad urbana; las que se dedican a la limpieza y desinfección
de los espacios privados y comunitarios; las personas que acompañan
a las personas que por motivos de salud o que por otros
motivo tienen dificultades para organizar de manera confortable la
vida en confinamiento; las múltiples redes comunitarias surgidas de
manera espontánea, que velan y apoyan a quién vive en situación de
vulnerabilidad -no confundir con vulnerable-, entre otras, son
básicos por la vida humana.
Justo
cuando esta realidad se nos ha revelado, tenemos que sumar el hecho
que, hoy mismo, el Consejo de Ministros aprobará la suspensión de
todo trabajo remunerado que no sea considerado esencial. Y esta vez,
nos vuelve a tocar a pensar y valorar esta esencialidad
desde una perspectiva interseccional que saque a la luz la
feminización, la racialització y los sistemas de exclusión social
sobre los
que ha sido pensada nuestra economía y nuestra cultura de la
sostenibilidad.
Justamente
ayer, el
diario El País, decidió encabezar la noticia del anuncio del
paro
de la actividad laboral no esencial con
una imagen que
muestra una mujer trabajando en los campos de fresas de
Huelva.
Una mujer, fácil reconocerla, racializada
y que ha migrado. De este modo, en un intento de identificar cuáles
son estos trabajos esenciales, la noticia se apoya en la imagen de
una temporera. Ahora bien, ¿sabemos
qué hay detrás la realidad de estas mujeres y sus condiciones
laborales? ¿Sabemos
qué esconde esta imagen que tanto hemos naturalizado y que tanto
asociamos con la precariedad laboral? ¿En
qué condiciones viven las personas, la mayoría personas que han
migrado, y que acceden a esta bolsa de trabajo? ¿Sabemos,
en concreto, cuáles son las añadidas discriminaciones y violencias
a qué son sometidas las mujeres que viven en este marco laboral?
No
son pocas las informaciones que estos días han denunciado las
condiciones que viven las personas confinadas en campamentos de
trabajo de temporada. Si normalmente ya viven en campos improvisados,
en situaciones de insalubridad, en condiciones poco higiénicas e
inseguras, hay que sumar que la situación se ha agravado puesto que,
en la última semana, las fronteras europeas están más blindadas
que nunca.
Así,
además de la desoladora situación que viven personas temporeras que
no pueden iniciar el viaje de retorno a casa, también nos tenemos
que preguntar: ¿quién se ocupará de esta esencialidad? ¿Cómo se
redefine? ¿Nos damos cuenta bajo qué condiciones laborales la
protegemos ?
La
respuesta y las medidas que se llevarán a cabo para velar por el
mantenimiento de una de las fuentes de riqueza y vida más esenciales
de nuestras sociedades, que no es otra que la agricultura, no
escapará de las dinámicas coloniales, racializadoras y clasistas que tanto caractericen la historia del progresismo
europeo. Estos días, Alemania
está estudiando un sistema de contratación por qué las personas
refugiadas con quienes conviven pueda suplir el trabajo de los
temporeros y temporeras que este año no podrán llegar de Bulgaria,
Rumanía y Polonia. Países y personas estigmatizadas culturalmente y
mantienen una relación paternalista y de deuda con los países
enriquecidos. Así pues, el país, para poder dar respuesta a la
crisis que viene, promueve un sistema de contratación basado en el
abuso y la coacción pues. Enmascarado
bajo la premisa de que es un buen momento para normalizar la
incorporación laboral de las personas que piden asilo, se resolverá
el garantizar la inserción laboral de personas que ya tienen este
derecho amparado en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos.
Así pues, a cambio de una contratación que todo el mundo reconoce
como dura, temporal y precaria, la recompensa será el poder decir:
«ya formo parte».
En
esta situación que vivimos, ¿como
estamos redefiniendo el esencial? ¿Qué
medidas aplicamos por qué esta esencialidad
seas digna? ¿Será
este,
el
tiempo de repensar como las sociedades nos re-estructuramos a favor
de una vida más sostenible, que ponga
la
vida y los
cuidados en
el centro, y que tenga la capacidad de pensar en comunitario? O, por
el contrario, ¿toda
resolución y recuperación de
este momento
estará al servicio, otra vez, de unas estructuras
unidireccionales, verticales, extremadamente competitivas, clasistas
y neo-coloniales?
Pensemos.
La entrada OPINIÓN CRÍTICA: #Covid, esencialidad y trabajo de temporada aparece primero en Foro Comunicación, Educación y Ciudadanía.
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