Sin resistencia no hay existencia: aprendizajes desde Abya Yala*
Jone Bilbao – Enginyeria Sense Fronteres
Hay un rincón subterráneo en el emblemático barrio de El Clot que entraña la esencia bucólica, comunitaria y rebelde de lo que un día fue este lugar antes de que la avenida Meridiana se convirtiera en una vía rápida, y los ríos, las huertas y los molinos de antaño fueran sustituidos por asfalto, centros de consumo, ruido e interminables obras de construcción. Se trata del Casal de Joves La Traca, un espacio contrahegemónico que utiliza el arte, la creatividad, el pensamiento crítico y la solidaridad como instrumento de resistencia frente a la homogeneización y el expolio de identidad que se extienden como la pólvora por los barrios periféricos de Barcelona a raíz de la especulación y el afán lucrativo de quienes pretenden sustituir el buen vivir y la acción vecinal por consumo y alienación.
Resulta curioso, si transubimos fronteras y lo analizamos en términos globales, advertir en este fenómeno aparentemente local ciertas similitudes, muy reveladoras por cierto, con lo que venimos trabajando a lo largo de estos últimos meses lxs voluntarixs de los equipos del Sur en ESF. En distintos grados de gravedad pero, como producto de una misma lógica capitalista-patriarcal, las batallas que se libran entre el extractivismo imperialista criminal y las poblaciones locales de Abya Yala (entre el capital y la vida), tienen mucho que ver con la deriva privatizadora, precarizadora, misógina y amordazadora que avanza a ritmo vertiginoso en nuestros entornos, destruyendo los entramados vitales y comunales en nuestros barrios, ciudades y naciones en el Norte global.
Y, por tanto, si compartimos los mismos conflictos, en el Norte y Sur global, también compartimos retos y luchas, lo cual rebela que la solidaridad, la cooperación, sólo tiene sentido si fluye en doble vía: la incidencia política en el Sur necesita el apoyo instrumental del Norte, y las luchas de resistencia del Norte precisan del saber y la memoria del Sur. He ahí la razón de ser de nuestro trabajo de visibilización en el Norte, en Catalunya, y la razón que nos llevó el pasado 3 de mayo, jueves, a sumarnos a la propuesta cumbiandera de Casal de Joves del Clot:
Como traficantes de luchas y propuestas que nacen desde el Sur, los cuales sirven de alicientes de conciencia y transformación social en nuestro mundo occidental, quisimos incorporar los testimonios de resistencia de las mujeres defensoras del agua de El Salvador, y los de las compañeras que luchan en defensa de los derechos humanos y la pachamama en Abya Yala, a la ya potente, integradora y rebelde propuesta de ¡Que no Cumbia el Pánico! Un festival donde el mensaje alegre y combativo que retumbaba desde los subsuelos de La Farinera, evocaba los cantos de resistencia de las mujeres abyayaleñas, quienes nos invitan a no olvidarnos de nuestros orígenes, a reconectar con la tierra, con la vida, con nosotras mismas y entre nosotras, y nos llenan de inspiración transformadora y emancipadora mediante sus testimonios de superación y resiliencia ante todo tipo de violencias, sean patriarcales, neoliberales, imperialistas, xenófobas, homófobas… porque, al fin y al cabo, todas estas violencias nacen de una misma fuente, la de la determinación arbitraria del valor y destino de los cuerpos y los seres vivos y naturales en función de su sexo, género, color, rasgos físicos, utilidad (si sirven para cumplir una función productiva o reproductiva)… y la única forma de combatir esta trampa que naturaliza, normaliza, incluso legitima jerarquías, discriminaciones, expolios, incluso asesinatos y exterminios, es, primero, visibilizarlas, desde aquellas que parecen más sutiles e insignificantes hasta aquellas que se manifiestan incuestionables a ojos de cualquiera, para después polemizarlas, combatirlas internamente e integrar todos los aprendizajes adquiridos mediante este ejercicio de deconstrucción en nuestro propio vivir y actuar.
Y, ya que nombramos las violencias sutiles, quisiéramos dedicar una pequeña reflexión a este tema que nos parece extremadamente importante en el trabajo que hacemos desde ESF. En realidad, podríamos llenar hojas y hojas tratando de reflejar todo lo que supone para nosotrxs ser parte activa en este tipo de espacios, la responsabilidad que significa conectar al público, y conectarnos nosotrxs mismxs también, con las experiencias de nuestras compañeras de Perú, El Salvador, Bolivia, Ecuador… sin caer en el error de trivializar o deformar sus voces, por falta de contexto, por no poder llegar a comprender del todo lo que realmente suponen sus vivencias o, incluso, para evitar dar pie a la apropiación o cooptación de sus mensajes. Hicimos todo el esfuerzo, y lo seguiremos haciendo, porque ese es nuestro reto, de tratar estas temáticas, estos conflictos y hacer llegar estos mensajes, con la humildad, respeto y contextualización que merecen.
Y, ¿por qué esta insistencia por la necesidad de adoptar una posición consciente, de saberse transmisorx y no emisorx de estos mensajes? ¿Por qué la necesidad de ese ejercicio de re-situarnos, de re-orientar el encuadre en estos espacios y talleres? Para que pueda ocurrir lo que realmente tiene que ocurrir, de cara a que los mensajes tengan el efecto necesario de suscitar el aprendizaje y la reflexión colectiva generadora de transformaciones sociales desde la humildad y solidaridad,… tal y como refleja el siguiente fragmento que describe lo que ocurrió aquel 3 de mayo, desde nuestro sentir, en ¡Qué no Cumbia el Pánico!:
Por unos instantes, fuimos capaces de dar un paso hacia atrás y sentir, y respirar, el efecto transformador tan elocuente que se desplegaba por cada rincón de la sala al hacerlo… Nos invitaba a comenzar a despojarnos poco a poco de las rígidas cadenas que nos aferran a nuestros imaginarios occidentales, cuyo peso apenas percibimos en nuestro diario vivir, pero no por ello dejan de pesar. Recién comenzábamos a liberarnos de esos herméticos puntos de referencia que nos impiden discernir entre realidad y ficción, lo vital y lo trivial, entre lo tolerado y lo tolerable, entre conflictos, sus causas, y sus responsables… y supimos que sólo entonces estábamos preparadas para escuchar y comprender los testimonios que nos llegan desde la Tierra de Sangre. De entender que desde acciones tan sutiles pero sustanciales como, por ejemplo, el cambio de lenguaje, es que comienzan los primeros pasos del combate contra todas estas violencias de las que venimos hablando. Y, así, por ejemplo, decidimos cambiar América Latina por Abya Yala en nuestro léxico. Porque las palabras tienen la capacidad de crear y destruir, ya que trasladan las ideas, preocupaciones y soluciones a un espacio físico en el que toman forma y se pueden concretar en acciones que inciden en la vida de todos los seres humanos.
Este ejercicio de análisis nos sirve para darnos cuenta de que las palabras y los discursos que utilizamos son espejos realmente útiles para observarnos, cuestionarnos y repensarnos como sociedad: vemos cómo a través de ellas perpetuamos imposiciones, discriminaciones, violencias y jerarquías en un plano teórico-discursivo de forma totalmente sutil e inconsciente, lo cual constituye la herramienta perfecta para naturalizar o legitimar las mismas en una dimensión práctica y palpable. Es así cómo se configuran y reproducen las jerarquías sociales a las que nos referíamos, las que sirven para invisibilizar y relativizar explotaciones, discriminaciones, saqueos, incluso asesinatos.
Sin embargo, de nada serviría la asunción y transformación interna de dichos valores y aprendizajes si después no pasáramos a exigir que las mismas se extrapolen a otras instancias y dimensiones, a pesar de las resistencias y contestaciones de quienes se oponen a perder sus privilegios y beneficios mediante dichos cambios. Y es en ese momento cuando más se precisa de la acción colectiva de resistencia, tal y como nos lo demuestran los testimonios de las mujeres defensoras del agua de El Salvador, quienes lograron que Coca Cola desertara en sus avariciosas pretensiones de ampliar la planta industrial que haría desaparecer el acuífero que daba de beber a la población local, o de las compañeras defensoras en Cajamarca (Perú), que protagonizaron la lucha que terminó haciendo inviable el proyecto Conga de la minera Yanacocha.
Todo ello, nos lleva a comprender el sentido del nombre que lxs compañerxs de La Traca quisieron dar a su extraordinario festival: ¡Que no Cumbia el Pánico!, a pesar de las múltiples violencias a las que seremos sometidas por resistirnos, que no cumbia el pánico, porque nosotrxs tenemos la llave de la existencia, la cual sólo podremos salvaguardar por medio de la resistencia alegre, combativa, comunal y solidaria.
Podéis visitar la exposición “Las defensoras del agua en el país de la lluvia” hasta el 9 de junio de 2018 en el Casal de Joves La Traca.
* Abya Yala (tierra de sangre) es el término acuñado por los pueblos originarios Kuna que vivieron y aún habitan en el sur de Panamá y el norte de Colombia, antes de la invasión española, para designar al continente que hoy conocemos como América. El nombre es hoy aceptado y empleado ampliamente por comunidades indígenas y no indígenas del continente, quienes lo consideran oficial en oposición al nombre extranjero de América. La siguiente cita del líder aymara Constantino Lima (citado en Quillaguamán, 2015) refleja la lógica de la preferencia por el uso del término Abya Yala: “Colocar nombres foráneos a nuestras villas o ciudades y continentes es equivalente a someter nuestra identidad a la voluntad de nuestros invasores y sus herederos”.
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